“Vuestro mal amor a vosotros mismos hace de vuestra soledad una cárcel”.
Las personas que no se soportan y se sumen en la falta de fuerzas y en la inquietud en cuanto se quedan solas, es decir, aquellas personas que no se aman lo suficiente como para estar a gusto en su propia compañía, son prisioneras de su falta de amor propio.
Vagan inestables por el mundo en busca de alguien que posea la llave que abra su prisión desde el exterior. Buscan nuevos amigos, nuevos amantes, nuevos terapeutas, nuevos guías ideológicos, profesores, maestros, gurús, lamas, que les revelen el secreto de la contraseña y los liberen del aislamiento.
Pero la puerta de la prisión sólo puede abrirse desde el interior y ellos mismos son la llave.
La liberación de la esclavitud del YO empieza en el amor propio.
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